Eliminar la terribilitis, porque la mayor parte de los trastornos emocionales (depresión, ansiedad, estrés...) son el resultado de esa tendencia a calificar de terribles cosas que no lo son.
No anticipar las desgracias.
No tomar a la tremenda adversidades con las que deberíamos contar.
Aceptar la realidad y dejar de exigirle a la vida.
Preferir antes que exigir: "Me gustaría hacerlo todo bien, pero no lo necesito para disfrutar del día".
Preferir antes que desear. No es cierto que para ser felices necesitemos amor sentimental, éxito, hijos, no tener problemas. Tener pareja y lo demás no producen tanta plenitud como puede parecer; si no, las consultas de los psicólogos no estarían llenas.
Ocuparse, pero no preocuparse de las cosas.
Revisar a diario cómo pensamos, detectar las creencias irracionales, combatirlas con argumentos y desarrollar nuevas creencias racionales.
La eficacia está sobrevalorada: la felicidad no depende de logros o situaciones ideales, sino de nuestra salud mental.
Eliminar los mensaje neuróticos. Uno está preparado para tener pareja cuando puede decirle: "Cariño, te quiero mucho, pero no te necesito nada". Las exigencias y tensiones que causa el amor dependiente, ese que nos trasmiten continuamente a través del cine o la música ("Sin ti yo muero"), es un mensaje neurótico.
No exigir a tu pareja que te haga feliz: te amargará cada vez que algo falle. Si Romeo y Julieta se hubieran casado, su matrimonio no habría durado más de un año.
Sugerir, no exigir, el "me gustaría que..., pero si no lo haces te querré igual" da unos resultados fantásticos.
No quejarse, hacerlo es la mejor forma de arruinar una relación. La clave de las buenas relaciones es pedir a cada cual lo que puede dar.
No se crearse obligaciones, las cosas hay que hacerlas por disfrute.
Tomado de:
www.hacerlaspaces.com
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